R.I.P. de los glaciares en el Pirineo

Se viene anunciando desde hace años el retroceso que sufren los últimos glaciares de España.

Cuando aparece el frío y comienza a nevar en la cima de las montañas, como estos días, tendemos a olvidar los continuos y reiterados avisos sobre el retroceso de los glaciares, un indicador del calentamiento del planeta.

Las reservas de hielo más meridionales de Europa tienen los días contados. En el Pirineo Aragonés están situados los ocho macizos montañosos en los que en la actualidad se mantienen con vida las últimas masas de hielo funcionales de la cordillera:  El Balaitús o Moros, Infierno, Vignemale o Comachibosa, Monte Perdido o Tres Serols, La Munia, Posets o Llardana, Perdiguero-Cabrioules y el de Maladeta-Aneto.

Un estudio realizado por la Universidad de Barcelona en 2018 puso de relieve que el paisaje que caracteriza el Pirineo en realidad es muy reciente, en términos geológicos. Se habría formado durante la "pequeña edad de hielo" que se vivió de 1300 a 1850, "el periodo frío más prolongado e intenso de los últimos 10.000 años". De esta manera anteriormente no habría habido casi glaciares en el Pirineo.

Para que nos hagamos una idea los glaciares están sufriendo tal regresión, que ha provocado que la superficie ocupada por los mismos sea actualmente un 10% de la que llegaron a ocupar a comienzos del siglo XX.

Un dato alentador, según la Confederación Hidrográfica del Ebro en el Glaciar de La Maladeta el pasado año hidrológico 2017-2018 el espesor medio aumentó en 30 cm frente a la pérdida de casi 2 m del año anterior”, un cierto respiro que puede dar esperanzas a los glaciares del país.

Este glaciar es uno de los mejores indicadores sobre el calentamiento y por ello es importante mantener la toma de datos y un seguimiento que permita realizar una gráfica de la evolución del cambio climático.

Disfrutemos de ellos mientras podamos.